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sábado, 17 de agosto de 2013

Hacienda de La Santísima Trinidad de la labor de España


Hacienda de La Santísima Trinidad de la labor de España

 


 

Hacienda de La Loma, Municipio de Lerdo, Durango.

Textos: de Pedro Salmerón, autor del libro “LA DIVISIÓN DEL NORTE”

 

Ejido La Loma, Durango, a 8 de agosto de 2009.

 

Investigó: El Profr. Guillermo Orozco Rodríguez, Presidente de la Asociación de Profesionistas Hijos de Campesinos de la Comarca Lagunera.

 

La Hacienda de la Loma es un lugar con amplio contenido histórico, data del año de 1821 y era propiedad de los Vascos José y Gracián Gardé. Dos veces histórica, la primera por la estancia de Juárez en ese lugar según reza una placa colocada a un lado de la habitación donde pernoctó el Benemérito  el 13 de septiembre de 1864: “Aquí estuviste, aquí estás, en el corazón de los mexicanos amantes de la libertad y respetuosos de los derechos humanos quienes seguimos tu ejemplo en la ruta del pensamiento liberal”.

 

La placa fue colocada el 21 de marzo de 1975.

 

El segundo acontecimiento histórico de importancia fue porque en su salón principal se formó la División del Norte.

 

Artículo publicado en la revista edúcate en su edición de septiembre de 2009

 

 

 

LA JUNTA DE LA LOMA

 

En la madrugada del 29 de septiembre de 1913 varios centenares de hombres sucios y mal vestidos, pero montados en briosos caballos y armados hasta los dientes, empezaron a llegar al viejo casco de la hacienda de La Loma, Durango ubicada en la ribera derecha del río Nazas, unos kilómetros antes de que éste haga su entrada a la Comarca Lagunera por la Boca de Calabazas.

 

 Eran los revolucionarios Chihuahuenses de las Brigadas Villa y Benito Juárez, y los Durangueños de la Brigada Morelos. Con el famoso guerrillero Pancho Villa, jefe de la brigada que llevaba su nombre, venían Toribio Ortega, Fidel Ávila, Trinidad Rodríguez, Agustín Estrada, Julián Granados, Feliciano Domínguez y otros ameritados guerreros, jefes de los rebeldes de los pueblos del centro y centro occidente de Chihuahua y del desierto oriental de ese estado. Con el general Maclovio Herrera Cano, caudillo de la Brigada Benito Juárez, venían Federico Chapoy, Ernesto García, Eulogio Ortiz, Luis Herrera y otros jefes de prestigio de Hidalgo del Parral y el sur de Chihuahua.

 

El general Tomás Urbina, jefe de la Brigada Morelos, llegó acompañado de José E. Rodríguez, Rodolfo Fierro, Pablo Seañez, Petronilo Hernández y otros jefes famosos por su valor.

 

Poco después arribaron las vanguardias de las Brigadas Primera de Durango y Juárez de Durango, con sus jefes natos, los generales Orestes Pereyra y Calixto Contreras, acompañados de oficiales que llevaban tres años combatiendo en la región de los valles y el semidesierto de Durango y en la Comarca Lagunera, entre los que destacaban Severino Ceniceros, Mateo Almanza, Uriel Loya, José Carrillo, Valente de Ita, Máximo Mejía Sanabria, Canuto Pérez, Bibiano Hernández, Pedro Favela y muchos más. Tras ellos llegaron sus hombres no tan bien armados y montados como los de Chihuahua, pero igualmente bravos.

 

Ya avanzada la mañana, desde la región de San Pedro de las Colonias y Matamoros, donde habían dejado a sus tropas, llegaron fuertemente seis coroneles que traían el mando de los revolucionarios de la Comarca Lagunera: Eugenio Aguirre Benavides, Juan E. García, José Isabel Robles, Sixto Ugalde Guillén, Raúl Madero González y Benjamín Farías. Los acompañaban algunos oficiales fogueados como Máximo García, Juan Pablo Estrada, Santiago Ramírez, Mariano López Ortiz, Conrado Reyes, Roque González Garza y Enrique Santos Coy.

 

Los principales jefes se reunieron en la casa grande de la hacienda y Pancho Villa, quien los había convocado a ese lugar para planear el ataque a la cercana ciudad de Torreón, tomó la palabra diciendo que las necesidades de la campaña exigían la unificación de todas esas fuerzas bajo un mando común, por lo que proponía que de inmediato se eligiera de entre los presentes a un jefe que asumiera dicha responsabilidad, para lo cual Pancho Villa se proponía a sí mismo, o a Tomás Urbina y Calixto Contreras como opciones alternativas.

 

Siguieron en el uso de la palabra varios de los presentes sin hacer otra cosa que darle vueltas al asunto, hasta que el coronel Juan N. Medina, jefe del Estado Mayor de la Brigada Villa explicó claramente la situación, mostrando que cuanto podía alcanzarse mediante la lucha guerrillera se había alcanzado ya, y que era llegado el momento de pasar a la guerra regular, dijo, requería una organización superior y una indiscutible unidad de mando. Finalmente reiteró las candidaturas de los generales Villa, Urbina y Contreras, a la que añadió la del coronel Juan E. García.

 

A la exposición de Medina siguió un silencio que interrumpió el general Calixto Contreras, quien se puso de pie y tras rechazar su candidatura por no considerarse capacitado para asumir la enorme responsabilidad que implicaba el nuevo mando, resaltó, como contó después un testigo presencial, “el prestigio del general Villa, como hombre de armas y experiencia, indiscutible valor y capacidad organizadora, y pide a todos que reconozcan a Francisco Villa como jefe de la División del Norte”. Es así que terminaron las vacilaciones y todos a una y sin mayores discusiones aclamaron a Pancho Villa como jefe.

 

Así nació la División del Norte y con ella apareció el Villismo como movimiento revolucionario autónomo y con características propias.

 

La División del Norte que nace el 29 de septiembre de 1913, en la hacienda de La Loma, se nutrió con la experiencia acumulada por los revolucionarios norteños en las anteriores campañas guerrilleras, que se manifestó en la primera campaña formal, que culminó con la victoriosa entrada a Chihuahua el 8 de diciembre de 1913. Vino después un periodo de reorganización y acumulación de fuerzas, al mismo tiempo que el ejercicio del poder en los territorios conquistados les permitió discutir lo que querían de la Revolución, definiendo los ejes fundamentales del programa revolucionario que habrían de construir. Siguió la gran ofensiva de la primavera de 1914 (19 de Marzo a 24 de junio), en la que la División del Norte convertida en un poderoso ejército revolucionario, acabó con la voluntad de resistencia del gobierno federal presidido por el usurpador Victoriano Huerta.

 

Con la entrada triunfal a Zacatecas, el 24 de junio de 1914, termina la historia de la División del Norte propiamente dicha, fue la última en que Pancho Villa tuvo a sus órdenes a la pléyade de generales formados en las campañas del norte.

 

Nunca más los caudillos de la División del Norte volvieron a estar juntos en el campo de batalla, a partir de entonces siguen los conflictos con Carranza, la Convención de Aguascalientes y en noviembre de ese año surge una nueva guerra civil.

 

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