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miércoles, 25 de enero de 2012

¡Restauremos la República! profesor Manuel Ruiz Iduma


Por  una Nueva República…

Muchos mexicanos, preocupados por el derroche de recursos económicos en los procesos electorales, pensamos cómo serían las elecciones sin partidos políticos, sin recursos públicos para las campañas, con candidatos salidos del pueblo aspirando a percibir diez salarios mínimos como sueldo durante su gestión.   También sería bueno imaginar cómo serían las clases en una escuela, sin libros, basando la educación de los niños en la capacidad de los maestros y la base de la educación familiar sustentada en los valores inculcados en el calor del hogar. En los tiempos de la Antigua Grecia, los educadores desarrollaban la docencia aprovechando la didáctica que brinda la naturaleza, la vida cotidiana y los fenómenos sociales del momento, de donde se obtenían interminables sesiones de diálogo analítico y se llegaba siempre a conclusiones incompletas que permitían continuar la infinita búsqueda de la verdad. Me imagino cómo sería la vida nacional sin el despilfarro de dinero por concepto de pagos a maestros que no trabajan de maestros, líderes que no representan a nadie, comisionados en nada que solo lastran el bolsillo de todos, lambiscones que como rémoras recogen servilmente las migajas del festín criminal de destruir sistemáticamente la nación. Qué sería de nosotros sin los gastos de mi comadre en sus tratamientos médicos y de embellecimiento en el extranjero. Cómo sería la vida de los indígenas, verdaderos herederos de la riqueza ancestral, si los trataran también como a mexicanos y no como pretexto electoral para tirarse unos a otros, ofreciéndoles seis meses de dádivas y luego seis años de abandono programado hasta la “otras pizcas”. Me imagino las fauces de aquel que sueña con mordisquear las arcas del erario cuando obtenga el anhelado “triunfo” electoral que le brinde el vitalicio porvenir a su dinastía a costa del sufrimiento del pueblo engañado una vez más. Me pregunto cómo sería nuestro futuro si nos diéramos la oportunidad de elegir libremente a esa persona digna que sabemos nos puede ayudar, pero que por miedo nos resistimos a apoyar. Miedo, si. ¿Miedo a qué? Todo nos ha pasado y tenemos derecho a una nueva oportunidad, a una esperanza de disfrutar con orgullo el momento decisivo de elegir el cambio verdadero que nos lleve a estadios de bienestar, justicia social y paz con nuestra conciencia por haber  sabido sacudirnos el polvo del engaño y la traición de quienes nos prometieron y sólo abusaron del poder para satisfacer sus ambiciones. Sólo el pueblo puede salvar al pueblo, y yo soy pueblo. Yo cuento y tengo el valor para invitar a otros a seguir el ejemplo de construir patria con honor, decisión, coraje. No podemos dejar pasar esta oportunidad de rescatar la dignidad mexicana. Hagámoslo por aquellos que dieron su vida para que nosotros tuviéramos mejor calidad de vida, democracia y justicia social para todos. Somos mexicanos y tenemos derecho a que se nos trate como tales. Los que nos gobiernan tienen que entender que nosotros somos los que decidimos el cambio verdadero que queremos. Ellos son servidores públicos, es decir, son servidores nuestros, nosotros les pagamos y nosotros mandamos. Ahora vamos a sacarlos de donde están porque no cumplieron con su responsabilidad y vamos a darnos la oportunidad de elegir al gobernante que nos apoye realmente, que nos represente con honestidad, que nos inspire a ser mexicanos auténticos dispuestos a todo con tal de alcanzar el éxito compartido. No es una utopía, es una realidad, en nuestras manos está el sable que cortará de tajo un sistema de cosas que nos tiene sumidos en la pobreza, el terror y el abandono. Ese acero es el voto. Instrumento de la democracia que nos permite hacer valer el derecho soberano de aspirar a un buen gobierno. Un gobierno del pueblo, para el pueblo. Ya no podemos esperar más. Ya experimentaron mucho con nuestro porvenir, ya se aprovecharon de nuestra indecisión, ya no nos engañarán más. Hagámoslo por nuestros hijos, por nuestra nación. Hagámoslo por vergüenza y dignidad. Ya es tiempo de hacer resurgir los valores de nuestros antepasados, que con esfuerzo y  tenacidad, en su tiempo, convirtieron a esta gran nación en la más poderosa del continente americano. Tenemos la fuerza, el poder y el derecho de hacerlo. Demos el paso que hace falta para llevar a una persona sincera a la más alta investidura nacional: la Presidencia de una Nueva República. La que siempre hemos querido y que soñaron nuestros héroes. Nos merecemos el cambio verdaro.

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