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domingo, 15 de enero de 2012

Los lugares que como psicopedagog@s podemos explorar Jenny Sofía Valbuena Arango

“Psicopedagogía es una carrera de futuro. Los ámbitos en los cuales deberemos intervenir seguirán sumándose a partir de nuestra especificidad y de las necesidades sociales” Lic. Estela Mora
Este pequeño análisis tiene como objetivo intentar dar una respuesta al cuestionamiento ¿qué lugares hoy por hoy pueden ser explorados por el psicopedagogo? Inicialmente se puede pensar que el lugar del psicopedagogo no es solo la oficina de psico-orientación por más amplia, decorada, cálida y cómoda que parezca, no es solo sentarse tras el pupitre a oír y ver desde allí a los otros, no es imaginar tan solo lo que puede estar pasando por la mente de los demás, es también el trabajo de campo, ir a compartir con la comunidad, a jugar con los niños, hacer parte de las clases como otro estudiante más, interesarse por aquellas cosas que también le interesan a sus estudiantes, es atravesar los límites del asiento para tener otras perspectivas, es actuar como tantas veces lo hace un amigo sin olvidar que lo valida una formación psicopedagógica.
Ahora bien para desarrollar la pregunta inicialmente se hará un abordaje del lugar que ha tenido el psicopedagogo a lo largo de los años, enseguida se retomará el lugar actual para terminar encontrando esos otros lugares, esos vacíos y por qué es necesario cubrirlos.

  1. La psicopedagogía se empieza a abrir sus propios espacios
Se dice que la psicopedagogía nació de la filosofía, como toda ciencia que estudia al hombre, “desde un comienzo se ha ocupado del ser humano en situación de aprendizaje y de aquellas funciones directa o indirectamente involucradas en él” (Ana Kazmierczak cita a Bousquet, 1984, p. 1). Desde lo informal, es una disciplina originada por inquietudes de la sociedad sobre cómo atender: al aprender, al crecer, al adulto, al niño (“Psicopedagogía”, 2007); de aquí podría decirse que surgió sin lugar definido, ya que su preocupación era simplemente hallar unas respuestas a inquietudes como las siguientes: ¿cómo piensa cada hombre? o ¿cómo se aprende? pero es clave que compartía espacios e intereses con otras disciplinas como la filosofía.
Surgida formalmente en Argentina hacia la década de 1950, se observan dos momentos claves en su evolución histórica:
  • Primer momento “Inicio del surgimiento formal de Psicopedagogía”
Según Ana Kazmierczak, la psicopedagogía se transforma en carrera en Mayo de 1956, en la Universidad del Salvador (Buenos Aires), respondiendo a una necesidad impostergable de la escuela, a ese llamado por un profesional que atendiera exclusivamente las necesidades de la educación. Se busca así la creación de una carrera destinada al perfeccionamiento docente, lo que llevaría a pensar que fue en el aula y entre los docentes donde se gestó esta nueva disciplina; es claro que hay un espacio, esta vez más específico que es el aula, e interés compartido, ahora con los educadores.
De igual forma cuenta Ana que fue el consultorio de Neurología el lugar en el que primero se buscaron las respuestas al problema de aprendizaje, de nuevo puede notarse claramente la interdisciplinariedad, aquellas relaciones establecidas por la pedagogía con otras disciplinas que le aportaran a entender su objeto de estudio, que en últimas fue la base para que surgiera la psicopedagogía ya no como experiencia sino como disciplina.
Se utilizó entonces la palabra psicopedagogía porque refería a “aquellas herramientas de la psicología que facilitaban la comprensión de la pedagogía… considerando que comprendiendo la psicología del estudiante, el docente podría adecuar mejor sus estrategias pedagógicas” (“Psicop.”, op. cit. ¶ 23).
Los primeros estudiantes eran por lo general profesores de escuelas y sus docentes eran profesionales de ámbitos diversos como neurología, filosofía, antropología, biología, psicología, pedagogía, teología, sociología, etc., podría pensarse que había algo de equilibrio ya que por un lado estaban aquellos en contacto directo con la práctica y por otro aquellos que manejaban todo el sustento teórico. Por ese entonces el aprendizaje era considerado de manera unidireccional, al modo estímulo-respuesta, no se tenía en cuenta la subjetividad por lo que no era necesario ese contacto personal sino solo grupal, es decir se tendía a pensar que como aprendía uno debían aprender muchos.
El psicopedagogo aún no tenía definido su campo profesional y trabajaba especialmente en reeducación, de alguna manera cubriendo campos para los que ningún otro profesional estaba preparado.
De acuerdo con Sara Bozzo (2011) luego de un tiempo, hacia 1972, la disciplina crece y comienzan a surgir los primeros docentes psicopedagogos a cargo de las cátedras. Es en este periodo en donde se observa la primera formulación de su objeto de estudio: sujeto en situación de aprendizaje. La formación del psicopedagogo empezó a tener en cuenta entre otras cosas: la incertidumbre vital, la multicausalidad y la diversidad cultural, en otras palabras se empieza a considerar la subjetividad del estudiante.
  • Segundo momento: Adquisición de identidad disciplinar”
Tras aproximadamente medio siglo comienzan a revelarse los resultados de las investigaciones de la Lic. Mora, iniciadas en la década de 1980, permitiendo que la psicopedagogía se redefiniera, adquiriendo especificidad en su objeto de estudio disciplinar: el hombre como un ser que aprende, es por ello que surge un método denominado jugar matricero y la clínica psicopedagógica con epistemología propia (“Psicopedagogia” cita a Mora, 2001).

El aprender y enseñar dejan de comprenderse como fenómenos exclusivos del ámbito escolar, y por ende de estudiantes y docentes, y empiezan a comprenderse: por un lado de manera evolutiva, como una construcción social, que inicia desde el momento de la gestación, es decir que se aprende desde el útero materno, continúa a lo largo de las sucesivas etapas vitales y es condicionada por los factores temporo-espaciales e históricosociales. Y por otro lado de manera singular, como una constitución inherente al ser de cada persona, quien de manera única ha ido configurando sus matrices, con las cuales se relaciona con los objetos, expresando así su esencia en las escenas de la vida cotidiana. Lo anterior conlleva a que el psicopedagogo sin perder de vista al aprendiz, explore otros espacios a nivel familiar y social y se involucre ya no solo con niños y niñas sino con todo aquel ser que está en situaciones de aprendizaje.
  • La psicopedagogía de la mano de lo clínico
La clínica psicopedagógica atiende al aprender de cada persona, teniendo en cuenta la singularidad del ser como un devenir constituido desde matrices genéticas, para mejor entender involucra las particularidades que vienen en los genes de cada ser. El objetivo del tratamiento es atender la constitución del cómo se ha llegado a manifestar determinado malestar en el hombre (Marina Müller, 1993). Hablar de clínica psicopedagógica implica pensar en la atención hacia lo individual así como en un espacio clave como lo es la oficina; sin embargo cabe traer a colación que muchas instituciones no han sido diseñadas o construidas teniendo en cuenta un espacio destinado para la psico-orientación por lo que en la mayoría de los casos adecuan cualquier cuarto o simplemente lo omiten para evitar entre otras cosas etiquetar o clasificar a los estudiantes.
Se puede concluir entonces, en palabras de Sara Bozzo, que los primeros lugares de inserción laboral, fueron desde espacios destinados a otras profesiones.
  1. El lugar del psicopedagogo hoy en día
El psicopedagogo en nuestro contexto ha atendido especialmente en instituciones educativas, en todos sus niveles: preescolar, primaria, secundaria, media y universitaria, debido a que como antes se indicó, históricamente la profesión ha surgido desde demandas de los docentes, y son éstos quienes se interesan por el estudio de la disciplina. Sin embargo, en los últimos años con la evolución y definición de su objeto de estudio, los egresados de la carrera de psicopedagogía son profesionales independientes que definen su atención más allá del espacio físico concreto en donde desempeñen su actividad.
En consecuencia, la atención psicopedagógica se ofrece desde los espacios destinados al desarrollo social, la salud y la educación, pudiéndose consultar en centros educativos, consultorios particulares, hospitales, fundaciones, fiscalías, etc.
  1. Algunos espacios por explorar
Para ir cerrando este análisis es esencial consultar algunos argumentos teóricos que sustenten por qué el psicopedagogo debe moverse hacia nuevos espacios laborales, iniciando con John Dewey quien planteaba que “el educador requiere diseñar ambientes educativos, toda vez que son estos altamente decisivos para el proceso formativo de los participantes. Si bien es cierto se trata de una espacialidad simbólica, nunca hay que olvidar que el paisaje también educa” (citado por Gerardo Meneses, 2001, p. 33) lo que puede querer decir que así como el educador que prepara su clase adecua su espacio a sus necesidades, si el psicopedagogo opta por una oficina sería indispensable romper con el esquema de la oficina tradicional para armar una pequeña sala donde conversar y volverla una especie de laboratorio donde tanto el psicopedagogo como quienes asisten a distintas asesorías tengan diversidad de materiales para llevar a cabo las actividades propuestas.
Por otro lado como lo plantea Luz del Alba (2009) la orientación tiene unas características propias, entre ellas ser contextual ya que debe adaptarse a la realidad, características, limitaciones, potencialidades y necesidades de la institución, estableciendo relaciones con la familia, la escuela y el entorno social. Siendo así, el pensar, el sentir y el actuar deben ser comprendidos desde la singularidad de cada persona, a este punto ya no se sabe que idea sea utópica pero para el psicopedagogo es esencial hacer observación participante lo que implica adentrarse e interactuar en los diversos contextos que rodean a uno y otro estudiante.
Ahora bien hay que tener en cuenta como el psicopedagogo se está relacionando con el contexto día a día ya que “la cotidianidad es un complejo de particularidades laberínticas difícilmente repetibles, aunque con tendencias vinculadas a las tradiciones de los contextos donde se desarrolla” (Gerardo op.cit., p. 23), si bien es cierto desde que se contrata al psicopedagogo ya hace parte de una institución, quizá no es aun parte de ella si éste no empieza a adentrarse en su cotidianidad, participando de las distintas actividades, rutinas, costumbres y experiencias que se viven tanto al interior como al exterior de la comunidad.
Igualmente como lo escribe Luz la orientación psicopedagógica es o debiera ser interactiva debido a que requiere de la participación, colaboración e interacción de todos los que directa o indirectamente participan de la educación. Es claro que no puede pretenderse que sentado tras el escritorio de una oficina y solo, el psicopedagogo brinde la asesoría adecuada, hay que empezar a trabajar desde una red operativa donde participen profesores, otros profesionales, estudiantes, familias, líderes, ya que es claro que por sí solo no puede solucionar las distintas problemáticas, pero como lo expresó Alfredo Malagón (2011) lo importante de las redes no son las personas sino el vínculo que se establece, la relación y todo lo que ella genera, por lo que se requiere de un mayor acercamiento e interacción entre los participantes, así que hay que olvidarse que con una charla de unos cortos minutos por ejemplo los padres vayan a hacer lo que se busca o que un estudiante sea totalmente sincero y sienta la confianza de expresar lo que está pensando, sintiendo o experimentando.
Otro aspecto a tener en cuenta según Lashwell es que un “contexto de intervención es todo aquel ambiente donde puede tener lugar la vida de una persona. La distinción de los contextos de intervención está en función del proceso evolutivo del individuo a orientar, se trata de una categorización centrada en el orientado, no en el orientador” (citado por Fuster et al., p. 5). No es secreto que el psicopedagogo hasta hoy tal como el médico espera a que el paciente o en este caso el estudiante acuda por voluntad propia o llevado de la mano de algún familiar para prestar su servicio o en otro caso los educadores son los que por lo general le remiten sus estudiantes, no obstante se sabe que un psicopedagogo es quien debe estar más empapado de las características de la comunidad educativa que lo envuelve, en otras palabras ser un observador crítico de su realidad social y de igual forma hacer sus propias búsquedas de quienes requieren su asesoría.
Pasando a otra consideración: “las particularidades subjetivas, familiares, sociales y culturales deben ser eje, y no factores accesorios, de la tarea clínica, en la cual es importante formular preguntas clave para la práctica, referidas a cada tipo de experiencia y a cada persona en particular. Porque la clínica, de por sí, implica una indagación constante y permanente, además de la intervención, o al mismo tiempo que ella. (Ana op.cit., cita a Barilá-Fabbri, p. 2). En este punto se vuelve esencial como lo planteaba Alfredo, la escucha comunitaria que tiene la particularidad que debe darse en el espacio cotidiano de las personas, donde está el problema ahí hay que estar con los sentidos muy despiertos para hallar las señales que nos indican hacia dónde empezar a movernos y con qué elementos.
En este punto no puede dejarse de lado que hay que trabajar contra el pensamiento que tienen incluso los mismos estudiantes de psicopedagogía que quien asiste a psico-orientación es porque está loco o porque es un mal estudiante, estoy de acuerdo con eliminar esas etiquetas y para lograrlo considero que hay que pasar a pensar y trabajar la psico-orientación como aquel espacio de conversación y apoyo en dificultades académicas, sociales y familiares, de las que ninguna persona está exenta.
Del mismo modo podría empezar a discutirse la idea de que un psicopedagogo en gran parte realiza una labor detectivesca, lo que implica que con curiosidad e instinto siga las señales que nadie más es capaz de percibir para prevenir o intervenir distintas problemáticas desde múltiples perspectivas y sin dejar cabos sueltos. Ahora cabe igual preguntarnos en ¿qué momento no está el ser en situación de aprendizaje? cierto es que a lo largo de los años se han abierto y cerrado muchos campos para el psicopedagogo, entre otros el educativo, el de salud, el judicial, pero debe soñarse mas allá para encontrar que aun está pendiente uno amplísimo: el empresarial, ya que es importante que cada empresa adopte un modelo educativo que englobe las necesidades tanto de trabajadores, como de administrativos y de la sociedad en general y aun es más importante que allí haya un psicopedagogo liderando.
Afirmaré ya por ultimo que después de muchas caminatas entendí que el psicopedagogo no solo trabaja para prestar un servicio a los demás sino sobre todo para ayudarse a sí mismo, y esto es clave porque siendo una profesión que permite entender la complejidad del ser humano, es subvalorada cuando no la aplicamos a nuestra propia vida, de ahí que esta ultima invitación es a descubrir y fortalecer nuestros propios recursos para encontrar la mejor forma de sobrepasar los obstáculos y de aprender en lo cotidiano, en palabras de Marina lo que es como persona cada profesional, será el punto de partida clínico, la herramienta inicial para asesorar a otros.

Bibliografía e infografía

1Estudiante de Licenciatura en Psicopedagogía con Énfasis en Asesoría Educativa. Universidad Pedagógica y Tecnológica de Tunja.

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